Reflexiones

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Reflexiones

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 revela lo que a simple vista se ve y que todo mundo sabe: Una tercera parte de las personas afiliadas a algún esquema de salud (seguridad social o seguro popular) prefiere ir a los servicios privados para atender sus enfermedades, lo que junto con una disminución en la cobertura de vacunación refleja una desatención del sistema para garantizar la calidad de la atención clínica, así como una deficiente promoción de la salud y prevención. Esto da pie a una mayor desigualdad entre los mexicanos, por lo que es necesario denunciarlo, sin temor de caer en repeticiones tediosas.

Por lo demás, en esa reveladora encuesta también se encontró que 25 por ciento de la población todavía no está afiliada a alguna de aquellas las instituciones porque desconoce que tiene el derecho o por carecer de un empleo formal que le dé acceso a la seguridad social.

Algo en verdad inaudito por absurdo es la disminución en la cobertura de vacunación en los pasados seis años. En los niños de uno a dos años de edad pasó de 84.7 a 77.9 por ciento, mientras entre los menores de un año disminuyó de 78.4 que se reportó en 2006 a 74.2 en 2012 para los cuatro biológicos más antiguos del programa de inmunización universal.

Estos porcentajes representan sólo un promedio nacional, pues si se revisan los datos por estado, resulta que para los menores de un año de Chiapas sólo están protegidos 38.5 por ciento de los infantes, y 44 por ciento de los que viven en Colima. En el otro extremo están San Luis Potosí, con 76.8 por ciento y Quintana Roo, con 73. Es el colmo de los colmos.

El sistema sanitario mexicano, al carecer de disciplina, vigilancia y constancia no es capaza de lograr los avances necesarios en materia de salud pública. Estos factores se relajaron hasta lo indecible en los años recientes. Cabe aclarar que un desempeño óptimo se mostraría con una cobertura superior a 95 por ciento.

Sin embargo, de la encuesta se deduce que entre las personas que accedieron a mostrar la cartilla de vacunación o la cartilla nacional de salud de sus hijos –poco más de la mitad de los encuestados– sólo 60.7 por ciento, en el caso de los menores de un año, y 64.5 en los niños de uno a dos años, comprobaron tener completo su esquema de inmunizaciones, lo que comprende las incluidas en periodos recientes contra neumococo y rotavirus.

Este hecho lamentable ya había sido motivo de alerta en la encuesta de 2006. Como se ve, nada se ha hecho para mejorar.

Lo que ha fallado, dicen los expertos, es que el sistema nacional de salud no ha sido eficiente para transmitir a las mamás la importancia de que lleven a sus hijos a vacunar, sobre todo luego de que por la inclusión de nuevos inmunógenos, el esquema se ha vuelto complejo: Se deben aplicar varias dosis en tiempos muy cortos, lo cual tampoco es por gusto, sino por el beneficio en asegurar las mejores condiciones de salud de los pequeños.

Con respecto al uso de los servicios médicos, si tres de cada 10 personas derechohabientes de alguna institución prefiere acudir al sector privado, ello habla de un exceso de demanda en organismos públicos o que no hay la calidad suficiente para retener a los pacientes.

Nada, pues, se ignora; todo se sabe. Pero todo se hace mal; no se busca mejorar ni superar la situación de inequidad y marginación. La conducta de la burocracia parasitaria es tendiente a mantenerse en un estado de confort incalificable.

Es inaceptable concluir que es mil veces más importante regalar dinero a “Televisaton” que atender de manera efectiva a los minusválidos sociales o evitar que enfermen y sufran lesiones permanentes.

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