M. Sánchez Vargas. Ya hay algunos templos católicos donde si usted compra ahí lo que consume a diario y particularmente ahora que estamos en tiempo de calor, el agua de botella.
Simple, nada más se ponen en el altar o a un lado, donde en cualquier momento, no en especial, le echan su agua bendita y su bendición, sin que nadie tenga que agradecer ese servicio dando algo: ¡increíble!
Bueno, lo anterior ni yo lo creo, pero sí ví algo de ello, que me pareció bien, pues la fe debe estar por doquier y en cada quien la tenga.
En el mercado del Santo Niño hay un señor que lava y escoge los frijoles para que estén limpios, vende el kilo dos pesillos más caros y bien que los acaba, los mercaderes lo prefieren porque van limpios y ya no llevan piedras ni basuras. Así va a hacer una de las partes de cómo será el comercio del futuro, como las tiendas, por ejemplo, ya no tendrán la mercancía a la vista y como consecuencia, no tendrán bodegas ni menos empleados: todo lo manejarán por medio de pantallas grandes, donde se verá como le toman las medidas y le muestran la calidad del material de lo que van a comprar. Paga y a satisfacción al otro día o dos, los recoge exactamente como los escogió. La tienda enviará el vídeo a su matriz, donde de acuerdo a medidas, lo hicieron como los robots últimamente están haciendo muchas cosas, como hasta operar un apéndice o quitar unas almorranas y todo esto contribuirá a que haya más hambre porque si se multiplica diario la humanidad y para ella ya no habrá oportunidades de trabajo, claro que es mejor que vengan las guerras o las plagas o los desastres que detengan tantos que somos y la tierra menos que produce, ¿ se imagina ?