Con una ponencia en torno a la cosmología filosófica que rodea al Día de Muertos en Michoacán, junto a una exposición de altares de muerto que busca revalorar a nicolaitas insignes y una exposición fotográfica en que se compara la ceremonia en esta entidad y Dinamarca, la Universidad Michoacana inició los tres días de actividades relativas a la conmemoración mortuoria tradicional en el estado.
Las actividades que iniciaron este miércoles en el Centro de Información, Arte y Cultura (CIAC), en Ciudad Universitaria, y que se extenderán hasta este viernes, abrieron con la ponencia dictada por Teodoro Barajas Jiménez, Ireri Huacuz Dimas y Jorge Amos Martínez sobre «una festividad pagano-religiosa que incluye elementos de las tradiciones religiosas vigentes en nuestra patria desde antes de la llegada de los españoles hasta nuestros días».
La ceremonia declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en lo que se refiere al territorio michoacano, contiene antecedentes «en las etnias mexica, maya, purépecha, y totonaca» desde tres mil años atrás, aunque para esos pueblos «la muerte no es más que una prolongación de la vida. En el pueblo michoacano, para sus habitantes no hay separación de cuerpo y alma. En esta cultura, la muerte se concebía no como una fuerza natural y salvaje, como en la occidental, sino como un elemento de la realidad social».
En otro punto de la conferencia tripartita, se resaltó que «para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido y no por su comportamiento en la vida».
Así, la parte inmaterial de los difuntos podían llegar al «Tlalocan o paraíso de Tlaloc, dios de la lluvia», quien recibía a los que fallecieron ahogados, por el impacto de un rayo, por enfermedades como la hidropesía o sarna, así como niños sacrificados a la deidad. Se consideraba a ese espacio como «lugar de reposos y de abundancia», y los cuerpos que morían así no se incineraban sino que se inhumaban «para germinar».
Otro camino era el de Omeyocan, paraíso del sol presidido por Hutzilopochtli, dios de la guerra, al que «sólo llegaban los muertos en combate, los cautivos sacrificados y las mujeres muertas en labor de parto» y se consideraba un privilegio ocupar ese lugar, aunque los fallecidos regresaban cuatro años después en forma de aves multicolores.
Después de otras consideraciones en que se mezcló el concepto de la muerte entre los prehispánicos y los europeos antiguos, se dio paso a la presentación de los altares de muertos dedicados a personajes históricos y recientes, como Vasco de Quiroga, Luis de la Mora Serrato, fundador de la Facultad de Medicina en la Universidad Michoacana; José María Morelos; Miguel Hidalgo y Costilla; Melchor Ocampo; el antropólogo José Corona Núñez; Ignacio Chávez Sánchez, fundador de la primera área de cardiología en el país; Pascual Ortiz Rubio; Raúl Arreola Cortés, rector interino nicolaita y fundador de la Escuela Normal Urbana Federal de Morelia; así el también ex rector Jesús Romero Flores.
Por último, se dio paso a la obra fotográfica de Gabriela Anguiano en que se refleja el ritual anual sobre la muerte en Michoacán y se compara con el de Dinamarca.
Para este jueves a las 10:00 se espera el inicio de dos talleres, uno de cuenta cuentos y otro de papel picado, que estarán dirigidos a niños de la comunidad del Zapote, como una forma de fomentar el contacto de infantes de escasos recursos económicos con la Universidad Michoacana, informaron funcionarios académicos.