Por el caso de Iguala, que no se arregla la culpabilidad de quienes llevaron al poder municipal al tal Abarca, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano lo define igual que cuando fue gobierno en Michoacán: al PRD le vale quiénes sean sus candidatos, nomás que garanticen el triunfo.
Símil a ello fue cuando estuvo gobernando Michoacán, que en su segunda responsabilidad electoral, la hizo a casilla de ánforas de cristal, porque su partido –entonces mi partido el PRI-, optó por dejar llegar al poder al que fuera más popular, aunque el resultado fue catastrófico, porque el mismo Cuauhtémoc, corrigió que la democracia debe ser libertaria, pero dirigida, ya que de los setenta y tantos que llegaron a presidencias municipales, ni sabían gestionar, ni administrar y hasta los oficios de notificación mejor los hacían para los lunes, por no saber con que b-v se escribía viernes, día en que hacía “jolina” multas y castigos.
Sus declaraciones de Iguala, exoneran a todos los que influyeron para que alguien que les pasaba su lana, no hicieran ningún fijón de lo que vivía ese candidato y también sirvió para que el PRD contribuyera a poner en paz a los normalistas de Ayotzinapa, cuyo resultado fue como como el disparo que les salió por la “culata”.
Complemento de esta delicada información, es que hoy Silvano comió con Cuauhtémoc, de tal manera que aquí el comparativo está como lo que dicen los Castro de Cuba, que el Papa Francisco, los está convenciendo para volver al catolicismo, igual que a lo que ellos mismos hicieron con Lázaro Cárdenas Batel, que practicaban el santerismo.