Con expresiones de profundo pesar, amigos, familiares y líderes comunitarios dieron el último adiós a Bernardo Bravo, dirigente de los limoneros en Apatzingán, quien fue asesinado el lunes pasado.
El ataúd del empresario llegó a la capilla del cementerio Gayosso aproximadamente a la una de la tarde, en compañía de su esposa, la magistrada Amelí Gisell Navarro Lepe, y sus dos hijos menores.
La esposa, en un acto de gran fortaleza, permaneció al lado del ataúd, prestando atención a las palabras del sacerdote, mientras que sus hijos, en ocasiones, se aferraban a su cintura.
El cementerio Gayosso será el lugar donde descansará quien se dedicó en su vida a visibilizar la violencia y la inseguridad que enfrentaban los limoneros, así como los productores, cosechadores y empaquetadores.
