M. Sánchez Vargas. Olvidémonos de todo con lo que se trata a las enfermedades que el fumar producen, porque de meterse en serio, nunca acaba, ya que mientras se cura una parte, surge otra y no sabe uno a ciencia cierta qué es -internamente hablando-, los daños que otros medicamentos contribuyen a que síntomas o efectos te empeoren.
Mire usted, quien fuma, adelgaza, aunque como se dice, mujer que fuma adelgaza siempre, no morirá del humo, pero sí como todos los pretextos, de cáncer, ya que de todos modos a la tumba vamos.
Un empedernido fumador no es gordo, por eso vemos que los gordos no son tan afectos a la fumada; también, que vive más años que un obeso. En una palabra, se enferma menos.
Ahora que los grandes productores de tabaco que ya dispusieron bajar sus ganancias con tal de no perder a sus consumidores, podría favorecer a que los empedernidos, no traguen humo tan sucio y claro que habrá competencia porque el comercio fracasará, pero en breves o largos tiempos, resurgen con tanto poder, que parecieran haber almacenado esa fuerza acumulada. En realidad la nicotina invade partes del cerebro; esto es notable porque cuando hay ausencia de ella en donde organizó entrelazando algo que la ciencia todavía no define, esos huecos pueden ser ocupados por otros que contienen energías y fácil se unen a los músculos que viven sin menearse y antes de que formen una especie como caries, son expulsados para que al darse cuenta los médicos que lo tratan, le digan: no fumar y recurrir a una comida estrictamente balanceada.
No sé si se acuerde que antes un café sin un cigarro era como un beso sin el amor. Pues bien, todo eso se ha borrado, porque enfermo que besa a un sano, se lo lleva entre su aliento y sus besos. Y ahora con tantas enfermedades que hay, que cuando no te pringan de un lado, te lloviznan del otro, pero a mayor edad, más enfermedad.