Miles de personas participaron en la noche del sábado en la ceremonia de inauguración de uno de los carnavales más antiguos y reputados del mundo, el de Venecia. La ciudad italiana se convierte estos días en un auténtico hervidero de turistas. Y por eso algunos residentes venecianos se quejan de que se ha desvirtuado un poco el Carnaval, antes de carácter más privado y menos comercial. Pero todo se olvida cuando llega el pistoletazo de salida. Carrozas acuáticas en estructuras flotantes, acrobacias en pianos suspendidos a bordo de barcos, mujeres con vestidos medievales saludando a la multitud… y una puesta en escena cuidada al detalle para fascinar, todo glamour. Y, sin embargo, cada vez más la tradición se contamina con nuevas atracciones al servicio más de los foráneos que de los propios, como el desfile de muertos vivientes celebrado en el primer día de carnaval. Sangre, harapos, terror… poco que ver con la elegancia de las máscaras y sus trajes de época. El Carnaval de Venecia comenzó hace siglos. Los venecianos ocultaban su identidad tras las máscaras para sortear los rigores de la Cuaresma, los 40 días de ayuno para los católicos que preceden a la Pascua. El Carnaval también se convirtió también en una válvula de escape para aliviar la presión de las tensiones de clase, porque permitía a los pobres, por un período breve y controlado, romper el rígido orden social oligárquico de la ciudad de los canales.