Rodolfo Sánchez Mena
El cambio climático afecta a las revoluciones de la primavera árabe. En Egipto el golpe militar contra el presidente Mohammed Mursi, representa el invierno, la contrarrevolución. Se frustra el movimiento social revolucionario que en la Plaza Tahrir logró derribar al régimen militar dictatorial de 30 años de Hosni Mubarak.
El gobierno dictatorial de Mubarak fue un fuerte asidero del diseño geopolítico en el Medio Oriente que reventó en pedazos al terminar la hegemonía norteamericana con la emergencia de un mundo multipolar. Su establecimiento, cerró el paso, temporalmente, a la creación de potencias regionales, Egipto e Irán.
El golpe militar en Egipto es contra el islamismo, representado por Libertad y Justicia, PLJ de la hermandad musulmana, pero fundamentalmente contra el proyecto que en lo geopolítico plantea dar a los actores regionales primacía en vez de la OTAN y la ONU. El golpe trata de volver al esquema de dominación neocolonial, de avivar los conflictos, en vez de la paz en Siria, como tarea de reordenación regional.
El conflicto político-militar de Egipto ejemplifica los riesgos de la tendencia globalista de sustituir la ideología por el pensamiento religioso. Como un medio de superar-diferir el conflicto social. El involucramiento de las creencias en los partidos políticos, no es privativo de Egipto. En México se encuentra asociado al cambio del artículo 24 constitucional, que modifica la relación Estado-Iglesia y le abre el acceso directo a la política, a los medios masivos de comunicación a la enseñanza de su credo religioso.
El remplazo del racionalismo político-ideológico-partidista por el pensamiento religioso, se lleva a la practica en México por gobernantes, lo mismo del PRI que del PAN. Los partidos políticos dejan de ser referentes y se suplen por las camarillas sin ideología, solo con intereses que se justifican en lo religioso. De la derecha a la izquierda se unen y guían por el fundamentalismo.
Al reemplazar los gobernantes su ideología por un credo, dejan de responder a la solución de graves problemas de sus gobernados, el desarrollo y el bienestar sustituido por la narco política y su consecuencia, la violencia. Al dejar los gobernantes sus responsabilidades en manos de la fe, violan la Constitución; justifican su ineficacia y corrupción por un destino superior. Con rezos y encomendarse a la Guadalupana, pretenden reemplazar el compromiso de gobierno de Enrique Peña Nieto por devoción.
El ejército egipcio, encabezado por el general, Abdel Fatah Al-Sissi, destituyó y secuestró al presidente Mursi, recién electo hace un año; los militares suspendieron la constitución y disolvieron el parlamento. Los militares golpistas aprehendieron a los dirigentes del partido mayoritario, Partido Libertad y Justicia, PLJ, de la Hermandad Musulmana, HM; clausuraron la televisión Al Jazeera y a la TV estatal; secuestraron a conductores y periodistas. La libertad de expresión esta cancelada. Es un golpe militar de Estado, cruento, el Nilo enrojece por el número de muertes y ejecuciones; se corre el riesgo de un genocidio o el inicio de la guerra civil.
El general Sissi designó a Adly Mahmoud Mansour, como presidente interino de Egipto. Mansour, es el presidente del Tribunal Supremo Constitucional, TSC, el brazo civil del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, CSFA, o SCAF siglas en inglés, integrado por 20 militares que preside el general Sissi. Mohamed El Baradei ex jefe de Agencia Internacional de Energía Atómica AIEA, fue nombrado Primer Ministro de Egipto, con el propósito de dotarle credibilidad internacional al gobierno militar golpista.
El general Sissi, instrumentó el golpe militar como un contragolpe al dado por el presidente Mursi contra el CSFA. Sissi fue ascendido por Mursi de jefe de inteligencia donde era solo teniente al grado de general, en reemplazo del Mariscal de Campo, Hussein Tantawi, junto con el general Sami Anan. En el gabinete de Mursi representaban los altos mandos militares, inteligencia y relaciones exteriores.
La designación del gabinete de Mursi, abrió un pequeño espacio político al gobierno frente al ancien régimen, que permaneció incólume, representado por el CSFA y el Tribunal Constitucional; Mursi, acotado, logro solo integrar un gabinete dominado por tecnócratas. De 35 miembros del gabinete, solo diez Ministros representaban personalidades favorables a la revolución; solo cinco de Justicia y Libertad, PJL, afiliado a los HM.
El nombramiento más importante recayó en el juez Ahmad Maqi, al ser designado Ministro de Justicia. Maqi famoso por criticar a Mubarak y un paladín de la independencia judicial, terminó encarcelado, y sustituido por un representante del gobierno de Mubarak.
La designación de los integrantes del CSFA, el Almirante de Campo, Hussein Tantawi como Ministro de Defensa y a los Ministros de Asuntos Exteriores y Defensa, así como a los jefes de inteligencia y otros altos dirigentes del ejército y la seguridad, confirmaron a los analistas y a las agencias de seguridad que las áreas estratégicas de Egipto estaban bajo control del CSFA, incluyendo la banca.
El gobierno egipcio post Mubarak lo compartían Mursi con el general Tantawi. La secretaria de estado, Hillary Clinton, al visitar en gira de trabajo a Mursi, buscaba tener un encuentro separado con Tantawi y confirmar la continuidad de sus aliados en Egipto.
Para romper esta dualidad de poder, Mursi se propuso desmantelar el poder de los generales del CSFA, busco nuevos perfiles entre los mandos militares acordes a la circunstancia geopolítica de la primavera de Egipto. La crítica a los mandos superiores y a la situación regional de dominación, los ubicó en la línea de cambio en el ejército de Egipto, como una nueva generación aunque ahora sean los artífices del golpe de Estado contra el islamismo, en el contexto de la guerra religiosa de cuarta generación, 4GW.
Mursi, lejos de buscar una confrontación directa con los militares se planteó realinear y modificar la estructura de poder. Solo así podía enfrentar las críticas de poderosos medios de comunicación que dirigían una campaña difamatoria en contra de su partido, al congreso y del gobierno y sobre todo a sus aliados revolucionarios que habían sumado su voto al Partido Libertad y Justicia, la organización partidista de la HM.
En la coyuntura del ascenso de la revolución de la Plaza Tahrir del Cairo, existían tres centros de poder: 1) el CSFA, sustentado en el poder militar alimentado por el financiamiento norteamericano; 2) la HM, respaldado por su trabajo de organización, capacitación y destreza en la movilización de masas, así como en su capacidad para operar organizaciones de trabajadores de la ciudad y del campo; 3) y grupos revolucionarios y de base, formados por los jóvenes pero sin experiencia ni organización política; los jóvenes revolucionarios, estudiantes y desempleados, salieron y tomaron las calles; pagaron el precio de centenares de heridos y miles de detenidos con juicios militares.
Creadas las condiciones adversas para el ejército, promovido por la TV oficial, se procedió a la destitución de los generales Tantawi y Anan y de los jefes de la Marina, la Fuerza Aérea y la Defensa Aérea, los generales de mayor rango del CSFA. . Consecuente con el rol estructural en la economía, el estamento militar produce el 20 del PIB, los generales fueron reasignados a altos puestos civiles como directores de las compañías que controlan el Canal de Suez y las producciones de la industria militar, se trataba de un ajuste en el poder no de ir más lejos.
En resumen, el ejército representado por el CSFA y el Partido Justicia y Libertad, compartieron el poder. Los primeros adelantándose al derrumbe del régimen de Mubarak y el PJL por abrir una nueva opción política para Egipto como potencia regional en el Medio Oriente.
Las resistencias profundas que encontró entre los beneficiarios del viejo orden y sus aliados norteamericanos con el ejército, socavaron rápidamente al sistema emergente impidiendo su consolidación, manipulando hábilmente a los grupos revolucionarios como demandantes de la caída del nuevo régimen.
En términos geopolíticos y geoestratégicos la contrarrevolución que promueve el golpe de Estado en Egipto, apunta, coyunturalmente, en contra de la consolidación de un mundo multipolar. Se pretende con el invierno árabe retardar la instalación de una conferencia de paz, con la participación de los actores regionales, que tenga como eje la paz en Siria y el establecimiento de Irán como potencia regional y miembro del club nuclear. Por supuesto la resolución del Estado Palestino. La Primavera en el mundo árabe está a la vuelta de la esquina