Este era un zapito, nalgón el condenado, un buen día o mejor dicho un mal día, cansado de esperar a que el tren lo dejara pasar (no, no estaba en Morelia el zapito) se atrevió y dijo ¡me la juego! se atravesó y ¡pácatelas!, el tren le partió las nalguitas… vio con horror que en medio de las vías quedó su trasero, por lo que en chinga regresó y otra vez, ¡rezúmbale…!, que le corta la cabeza el mendigo tren ¡chingó a su madre! entonces la moraleja es: no pierdas la cabeza… por un par de nalgas… este fábula va a colación porque nos chismeo un cuate de nombre, Juan Manuel Ruiz, vecino de la Colonia Lomas del Valle “Ya no vemos la hora en que el tren deje de estorbar en nuestras actividades”,. “A cada rato nos rompe los planes, pues se queda hasta media hora detenido o haciendo maniobras, lo que ocasiona que lleguemos tarde a todos lados”, se quejó el ciudadano, pero éste no se le metió al tren ha de ser porque no necesita un par de nalguitas no cree.