Solamente médicos especialistas o que alcanzaron media fama, por saber atender bien a sus pacientes, son los que medio viven por sus servicios, pero todas las nuevas camadas y los que no llegan a los quince años de ejercer, son los que como dice mi ahijada, que prefiriendo sueldillos seguros y por el tanto por ciento que las farmacias les dan por lo que venden por sus recetas que dan, son los que alcanzan a sacar para el “taco”. El resto ya se empiezan a doler de carecer de consultas.
Oyes comadre y nada de protestas de los médicos fregados…
Por qué será, porque nadie les tiene fe o porque andan como el resto de los profesionistas de ciencias y humanidades, de taxistas o de empleados como vil burócratas.
Po’s quién sabe, pero lo que se ve no se pregunta como dice mi Juan Gabriel en eso de que si es joto o qué clase de coqueto, porque de que se le ve, se le ve, como se dice en la canción de doña Carlota, de que… cómo se le nota.
Mira comadre, antes no podía haber farmacias tan juntas, sino a tres o cuatro cuadras de distancia y menos consultorios cercanos a ellas y ahora no solamente farmacias enfrente o a menos de media cuadra, sino que tienen a su propio médico que receta naturalmente de los medicamentos que la farmacia donde trabajan, tienen.
Pues hay que pedirle al de Salubridad, que es hijo del zorro plateado de Melchor Díaz Rubio, que dejó de ser mejor pediatra infantil que buen político cardenista y pallarista, que no la friegue, que ordene echarle un vistazo al código sanitario, porque eso que están haciendo las cadenas de farmacias, está muy mal, aunque la gente prefiere ver bisoños médicos de a quince o treinta la consulta, que ir a pagarle a un médico de prestigio que la consulta ya no te la dejan a menos de quinientos pesos y los especialistas a setecientos cincuenta.