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Brasil padeció su peor derrota de todos los tiempos con una memorable paliza de Alemania, que lo goleó 7-1 ante su público en el estadio Mineirao de Belo Horizonte y avanzó a la final del Mundial FIFA 2014.
Antes de la media hora de juego, en un clima de absoluta estupefacción, los germanos destrozaron del modo más cruel el sueño del hexacampeonato con goles de Thomas Müller (11m.), Miroslav Klose (22m.), Toni Kroos en dos oportunidades (24m. y 25m.) y Sami Khedira (29m.).
El ingresado Andre Schüerrle, con un doblete a los 24 y 33 minutos del segundo período, configuró la caída más abultada de los brasileños en la historia de la competencia.
Con el tiempo reglamentario cumplido, Oscar consiguió el descuento de Brasil, que recibió silbidos y la humillación del “ole” de sus propios hinchas.
Los “torcedores” que colmaron el Mineirao, donde Brasil había sufrido la última caída oficial en casa (Perú 3-1, Copa América 1975), rompieron en llanto y, algunos de ellos, abandonaron las tribunas antes de terminada la primera parte.
La ilusión del segundo Mundial organizado en su país se derrumbó en minutos para Brasil y entregó imágenes incluso más humillantes que el recordado “Maracanazo” de 1950 cuando Uruguay le ganó la final en Río de Janeiro 2-1 ante más de 100.000 personas, luego de marchar en desventaja de 1-0 al descanso.
Sin Neymar (lesionado) ni su capitán Thiago Silva (suspendido), los dirigidos por Luiz Felipe Scolari no tuvieron respuestas futbolísticas para torcer un partido ante un adversario perfecto.
Alemania, campeón en 1954, 1974 y 1990, jugará su octava final en 18 participaciones ante Argentina u Holanda, el domingo próximo a las 16 en el Maracaná.
Brasil, ganador en 1958, 1962, 1970, 1994 y 2002, irá un día antes en Brasilia en busca del tercer puesto con el perdedor de la semifinal restante, que se disputará mañana a las 17 en el Arena Corinthians de San Pablo.
El primer gol en el Mineirao, marcado por Müller de volea tras recibir libre un tiro de esquina ejecutado desde la derecha marcó el prematuro y simbólico final del partido.
Apenas 11 minutos batalló Brasil por la conquista de la victoria parcial con los pelotazos cruzados de Maicon a Hulk, a espaldas del lateral derecho Philipp Lahm, como principal recurso ofensivo.
Después del gol, Alemania fue una máquina perfecta de contragolpear frente a un Brasil desorganizado en el retroceso e impotente para cubrir al amplio frente ofensivo del rival.
La defensa y el medio de contención Bastian Schweinsteigger se convirtieron en cirujanos para extirpar la pelota ante cada intengo de Brasil; Khedira estuvo sabio en la administración de cada balón; Müller indescifrable en cada aparición; Kroos imparable y efectivo en cada subida y Klose, inteligente para pivotear.
Con acumulación de virtudes individuales y méritos colectivos, Alemania humilló a Brasil con una ráfaga de cuatro goles en siete minutos, que dejaron atónitos a todos los presentes en el estadio de Belo Horizonte.
Klose anotó el segundo para transformarse en el máximo goleador de la historia de los Mundiales (16); Kroos facturó con dos incursiones en el área y finalmente Khedira le puso el sello a una extraordinaria acción asociada.
Ya con el cuarto gol muchos “torcedores” derramaban lágrimas y con el quinto otros optaron por salir de la cancha; mientras “Felipao” permanecía en el banco de suplentes sin atender lo sucedido.
En el Mineirao imperaba una enorme sensación de incredulidad y en la cancha los jugadores brasileños no encontraban explicación ni modo de contener a los alemanes, que recién en el segundo tiempo levantaron el pie del acelerador.
Scolari para evitar una paliza mayor se cuidó con los ingresos de Paulinho y Ramires, mientras Joachim Löw optó por darle minutos al central titular Per Mertesacker, que volvió luego de reponerse de un estado gripal.
Con una cuota de vergüenza, Brasil buscó el tanto del honor pero el arquero Manuel Neuer se lo negó con dos tapadas brillantes frente a Oscar y Ramires.
Envueltos en la resignación más absoluta de una tarde negra, los jugadores locales mermaron el ritmo y posibilitaron la maduración de dos nuevos goles de Alemania, anotados por el ingresado Schürrle.
Los silbidos que despieron al “scracht” en el primer tiempo devinieron en aplausos tras el séptimo tanto y también en el “óle” de los propios “torcedores” ante cada toque del equipo visitante para el cierre de una jornada que ingresó para siempre en la historia del fútbol mundial.