* Actualmente unas 200 mujeres de PF participan en labores operativas, de investigación e inteligencia en Tierra Caliente Michoacán.
Le gusta que le digan Chío y cuando la comisionaron de la Policía Federal para ir como rescatista a Michoacán, jamás pensó que en medio de un ambiente de violencia, ella sería testigo del milagro de la vida.
Hace como tres meses, en el municipio calenteño de Aguililla, se registró otra de aquellas balaceras que hasta hace unos meses eran cosa de todos los días, pero en esa ocasión la oscuridad cubrió las calles porque se cortó la energía eléctrica. Pasaba la una de la mañana y una joven con nueve meses de embarazo empezó su peregrinar: la fuente se le había roto y había que buscar dónde dar a luz.
Desde el vientre su pequeño no entendía de templarios, de drogas o armas. Él tenía que salir y la mamá acudió a la clínica del pueblo, pero nadie abrió. Tocó la puerta de las oficinas de las autoridades locales y de algunos conocidos, pero parecía que estaba en un pueblo fantasma, nadie se asomaba siquiera. Y cuando sentía que paría sobre la tierra, su madre la llevó al destacamento de los Policías Federales.
En principio las lámparas de los uniformados la deslumbraron, pero de inmediato se identificó la emergencia. Chío y dos paramédicos de los federales, abordaron a la mujer a una ambulancia y la trasladaron a la clínica local, donde tuvieron que entrar casi a la fuerza.
En un cuarto de tabique e iluminados sólo por las lámparas de mano que apenas dejaban ver las batas sobre el uniforme táctico, le instruyeron que acompañara y preparara a la mujer, mientras habilitarían otra recámara como quirófano.
“Procedí a quitarle su ropa, le coloqué una bata y esterilicé la zona vaginal para recibir el producto, pero la señora no aguantó más y el niño empezó a salir. Fue tan grande la impresión que sentí un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo y a la vez una emoción muy grande. Sostuve con ambas manos la pequeña cabeza del bebe, gritándole al doctor que ya estaba saliendo”.
La también Policía Tercero, recuerda que extendió sus brazos y de un jalón recibió el tembloroso cuerpecito de tres kilos y 200 gramos: “No hubo necesidad de la famosa nalgada, porque así como salió soltó su llanto, el doctor me dio una perilla para que le sacara las flemas y ya que terminé, lo acomodé en un cunero y lo estuve cuidando en lo que el doctor y su ayudante se encargaron de la madre: cuando terminaron llevé al niño con su mamá y estuvimos al pendiente de ambos”.
Tan sólo en el municipio de Aguililla, los rescatistas de la Policía Federal han atendido, desde septiembre del año pasado poco más de 800 emergencias de los pobladores de la región, como picaduras por alacrán, cirugías básicas o hasta traslados aéreos en un helicóptero tipo Black Hawk, como el de un menor de unos meses de nacido, el cual fue llevado de urgencia a Morelia por un traumatismo en cráneo.
A unos meses del parto, Chío visitó al pequeño al que vio nacer, el cual dejó de llorar cuando la uniformada lo cargó en sus brazos y le dio su biberón, fue como si ya la conociera. La madre del pequeño no dejaba de dar gracias y la abuela no paraba de llorar.
La uniformada sonríe y recuerda, “Así fue mi participación en un evento en el que jamás me hubiera imaginado haber estado, pero sobre todo me quedo con la satisfacción de poder ayudar como Policía Federal, en algo tan maravilloso”.
Actualmente en el despliegue de la Policía Federal en Michoacán participa un aproximado de 200 mujeres, quienes desempeñan labores operativas, de inteligencia, proximidad o investigación.