Si los católicos no logran descubrir en el prójimo la presencia del Señor en quien lo necesita estará haciendo del cristianismo “un sentimentalismo o peor aún; un disfraz o máscara de hipocresía” , observó el Cardenal Alberto Suárez Inda durante su mensaje de Semana Santa dirigido a la feligresía de esta Arquidiócesis.
En este miércoles Santo, enfatizó el jefe pastoral que Jesús “claramente nos advierte que servirlo a él es servir a aquellos con quienes quiso identificarse: los pobres, los pequeños, los que sufren”, de modo que olvidar esta exigencia será como ser un cristiano de solo disfraz, pues servir a Jesús es colaborar en su proyecto, trabajar por la paz y la justicia, construir el reino de la verdad y del amor, y aclaró que “Jesús no pretende tener esclavos, nos quiere y nos necesita como personas capaces de ejercer nuestra libertad en el amor y la entrega”.
Entrar en la semana Santa tiene un significado, pronunció el purpurado, que cada año “hemos de comprender mejor y hacer realidad como seguidores de Jesucristo”. El recuerdo imborrable de su pasión, muerte y resurrección que son venerados en estos días invita a asociarnos al misterio pascual y vivirlo en las propias circunstancias actuales.
El llamado hecho por Jesús durante su ministerio en la tierra de “si alguno quiere servirme, que me siga”, fue el tema central de la reflexión y las palabras del Cardenal Suárez Inda, quien lo definió como “un llamado que sigue dirigiendo a nuestra libertad personal”, ya que ser cristianos consiste esencialmente en hacernos seguidores del maestro, ser fieles a él y no separarse de él. El discipulado implica cercanía y amistad, “exigencia de desinstalarnos, salir de nuestra propia seguridad o comodidad”, definió.
Es importante participar en las celebraciones litúrgicas propias de los días santos, mantener las tradiciones visitando los templos o asistiendo a las procesiones, dijo, ya que las manifestaciones de religiosidad popular y arte sacro son expresiones de nuestra identidad cristiana. Sin embargo, lo más decisivo es dejar que la Palabra de Dios llegue a la conciencia y al corazón; “que tengamos un encuentro personal con el Señor” y que al renovar las promesas bautismales se deberá tomar en cuenta “lo que esto significa en las circunstancias presentes del mundo en que vivimos. Hemos de llevar el nombre de cristianos sin avergonzarnos de ello ni traicionar nuestra vocación”, fue claro.
Vale la pena desentrañar lo que implica la expresión: “Si alguno quiere servirme”, prosiguió el Cardenal, ya que servir al Señor y seguirlo es hacer con El un compromiso con la justicia y la verdad tanto en el ambiente familiar como en la escuela, los negocios y la sociedad. “Los cristianos hemos de demostrar que, con la ayuda de Dios, podemos vivir rectamente, superar las adversidades y resistir las tentaciones del maligno”.
Celebrar la pascua es así alegrarnos con el triunfo del crucificado experimentando en nuestra vida el fruto de su sacrificio, conminó el jefe de esta demarcación eclesial.