MSV.- Así como no hay fecha que no se llegue ni que en el PAN la Josefina no vuelva a perder, que ya cuando Madero empiece a tirar polilla, portar los 30 gramos de marihuana y sembrarla en casa, estarán comprobando que de esa manera se le acaba lo dulce a la paleta, que de todos modos para estos fuertes calores que vienen, saldrá más cara conservarla, que chuparla.
El por qué de todo, es que deje de ser negocio y que la aproveche quien por su salud le sirva y que deje de ser el reto, de que a todo lo prohibido, hay que encontrarle el motivo.
Ya ayer se publicó en La Extra, tercera edición de Diario de Morelia, que reposando la marihuana con aceite de olivo para usarla como complemento del buen vivir, es además del ahorro por el costo del bienestar, la pura vida y con paciencia, el encuentro de la medicina del peor gasto que ocasiona tener una enfermedad que sólo los fármacos regulan. Cuando menos como dicen los intelectos, que es el alimento de su existir.
El hecho es que por la marihuana hasta ahora no se conocen muertes en directo y sí, muchos conflictos por no permitirle su viada, de tal forma que como es un hecho de que este comercio, deje de dar las grandes ganancias y entre al aro de lo alzado: lo que no deja, dejarlo, con reconocer que a lo mejor ni la fama judía vuelve a tocar el tema y en cambio, hasta la iglesia con un Padre Nuestro la perdona.
Y es que eso de andar escondiéndose, recuerde que la bola termina en contubernio, que alguien por lógica debe de comandar. Además, consumiendo la necesaria por medio de infusión, dicen que ni da comezón, nomás vean a los asiáticos, viviendo en ese infierno, delgados, con mucha vida y hasta con hartas viejas, siempre y cuando se puedan mantener. Sobre todo algo muy interesante que muy poco se difunde, que comen poco a pesar de que no son menos las energías que gastan. No son como en otras montañas de mar, que cuelan a los zancudos y se comen a los camellos. En América no hemos dejado de ser obedientes a los que dicen que saben, que con leche, carne y huevos, larga vida y continua salud, tal como si estuviéramos en comunidades de Cochabamba, Bolivia, que como la gente se alimenta de puras raíces de lo que en Basilea hacen la mayor parte de las medicinas del mundo, que sobrepasan los doscientos años y sin llorarse por falta de oportunidades. Su cultura la viven bien, desde luego con no ponerla a competir.