Reflexiones

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Reflexiones

Desigualdad V

Las causas de la desigualdad son muchas, pero el desempleo es un requisito indispensable para estar entre los desfavorecidos, entre los condenados de la tierra. Por ello, en esta parte de la reflexión cabe apuntar que de 2007 a la fecha, cuatro de cada 10 mexicanos en edad laboral son desempleados y 51 por ciento tienen que cambiar de trabajo en busca de mejores condiciones.

No hay permanencia en el empleo ni incrementos salariales que sustenten la necesaria movilidad social. Si eres pobre, en la miseria te quedas, sin importar que te muevas de un trabajo a otro, tu movilidad laboral, misma que, por supuesto, no significa movilidad social hacia arriba, claro.

El raquítico ingreso salarial por trabajador también abona a la permanencia den un estrato social miserable. Quien podría ahorra para hacerse rico, si se sabe que el 64.5 por ciento de los trabajadores perciben un ingreso promedio por empleo menor o igual a tres salarios mínimos, y 10 por ciento, inferior a un salario mínimo. Pero hay funcionarios con déficit mental que recomiendan el ahorro voluntario en las cuentas para el retiro, en afores.

Si los desfavorecidos no ahorran es porque se gastan su salario en café caro, argumentan los muy sesudos.

A los altos funcionarios del gobierno que sea les sirve la información al detalle para, según ellos, determinar las acciones de políticas públicas que puedan darle una mayor permanencia a los trabajadores en sus empleos, pero más les preocupa el impacto negativo sobre las cuentas de ahorro para el retiro que tienen los periodos de desempleo, en los que no se realizan aportaciones.

Así lo dicen, en verdad: para la sostenibilidad de estos sistemas (de ahorro para el retiro) es esencial conocer la duración de los periodos del desempleo. No es broma.

Eso en relación al trabajo formal, el que se genera registros en hacienda y el IMSS. En relación a las estadísticas de la informalidad, la burocracia confiesa que no sabe nada sobre la dinámica del sector informal, debido a su alta complejidad y heterogeneidad. Y habría que añadir la infaltable complicidad gubernamental, de los funcionarios corruptos.

Se sabe que hay ciudadanos que son considerados empleados independientes que trabajan por su cuenta; otros forman parte de una empresa formal, pero esta no cumple con la remuneración y las prestaciones de ley, y los que están dentro del sistema formal, pero además complementan su ingreso con un empleo de carácter informal.

Está bien, por qué si ya tiene la información no se actúa aplicando la Ley. La respuesta es simple: corrupción.

Existe una alta segmentación del mercado laboral mexicano y se tiene una gran movilidad entre trabajos pertenecientes a los distintos estados: la formalidad, informalidad, el autoempleo. Todo lo cual se resume en un concepto: precariedad laboral.

Más de la mitad de la población no está asegurada ni afiliada a algún sistema de salud. En promedio la densidad de afiliación fue de 41.3 por ciento, y la de cotización de 38.2 por ciento. Esto representa que de cada 100 semanas el trabajador sólo estuvo afiliado 41 semanas y sólo cotizó, al IMSS o al ISSSTE, 38 semanas. Y los muy “tontos” se sorprenden por la quiebra del IMSS.

Para recrudecer la situación de los mexicanos que perdieron el trabajo o buscaron otro para mejorar sus condiciones económicas sin encontrarlos, apenas la mitad se dedicó a buscar una nueva plaza; cansados, ya ni buscan un nuevo empleo formal.

Sobre el impacto de los periodos de desempleo en las cuentas de ahorro para el retiro, la Encuesta de Trayectorias Laborales menciona que la población empieza a ahorrar para su jubilación tardíamente. Sobre las causas por las que no se ahorra, la mayor parte de los encuestados, 84.2 por ciento, respondieron que no lo hacían particularmente porque sus ingresos eran insuficientes

No obstante, el gobierno y sus burócratas más inteligentes opinan que eso se deriva de que los trabajadores no administran adecuadamente sus gastos: Capacidad sí tienen, pueden ahorrar un peso al día, pero compran café caro y hacen gastos que no les permiten ahorrar.

Como si hiciera falta, concluyen sus sofismas de manera contundente, categórica e incontestable: el ahorro no es un tema necesariamente de ingresos, sólo que sea de subsistencia lo es; el ahorro es un tema de hábito.

Para que todos entiendan la filosofía del gobierno, es indispensable la brutalidad tipo primero de diciembre. La letra con sangre entra, decían en el siglo décimo nono. Así era Hitler, y muchos le aplaudían a rabiar.

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