Felipe se Mete en lo Sembrado Porque Añora el Poder

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Calderón instruye sobre cómo enfrentar al crimen organizado en México.

Calderón vocero de Yoani Sánchez.

Calderón evalúa al meteorito ruso.

Calderón pontifica sobre la renuncia de Benedicto XVI.

Calderón felicita a los Yaquis de Obregón, campeones de la Serie del Caribe.

Calderón aquí.

Calderón allá.

Calderón en todas partes.

El ex presidente tiene ya el síndrome de Juan Pablo II: “Me voy, pero no me voy; me voy, pero no me ausento; me voy, pero de corazón me quedo…”.

Y Felipe ni se fue ni se quiere ir.

Sigue aquí, omnipresente, activo y reactivo.

Calderón rompe la regla hipócrita de los ex presidentes priistas —el que se va, se calla— , y vía Twitter, en conferencias desde Harvard o mediante la divulgación de textos en los que recomienda al gobierno de Peña Nieto cómo enfrentar al narcotráfico, hace sentir su presencia.

Calderón tiene derecho, como ciudadano, a expresar libremente sus opiniones.

Empero, no todos los ciudadanos son ex presidentes.

Y Calderón sabe que los priistas son vengativos y que lo pueden atacar por dos flancos: la onerosa y opaca Estela de Luz y los manejos en Pemex.

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