Gacha la calavera de un bato que según le chambea como “viene, viene” o lavador de naves, morro que atizado es decir le quemó las patas al diablo, se dio valor y sin pensarlo se trepó a una camiona estacionada frente al chante de su dueño, bajó una pulidora de más de tres mil pesos y ya la acomodaba en su diablillo que traía con cubeta y trapos, cuando llegó el dueño quien con tremenda calma le dijo “a dónde vas con lo que no es tuyo bato”, sin inmutarse por las nubes que lo acompañaban después del forje.
Prendido y quemado de su churro de mota, el bato ni de pedo la hizo, entregó la máquina y se dejó conducir -como recién casada al tálamo nupcial- directito con el tecolote de la dirección de participación ciudadana (cerca del lugar) de allí abordó una patrulla que lo llevó a declarar al monasterio público por el delito de robo y lo que le surja, lo curioso del caso es que el bato estaba “ido”, Lucio, fumador de mota y ratón de profesión, dijo vivir en la ampliación La Esperanza, pero el delito lo cometió en la calle Comisión Federal.
De Electricidad de la colonia Nueva Chapultepec, luego de su fechoría, el ladronzuelo le pedía perdón al afectado quien estaba harto amuinado, a los polis y a la licenciada “mostris” encargada de la puesta a disposición del malandrín ante los tecolotes de la policía estatal, andaba tan en su nube el wey bato, que hasta al chango le pidió perdón y conste que no al meritito demonio, sino a su chango con el que cargaba sus cubetas un diablito pues, a quien le decía “perdóname cuate no lo vuelvo a hacer” el bato ya está pues dándole cuentas a la ley pos sus buenas uñas y malas mañas.
