Reflexiones

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Desigualdad IV

Sin medidas efectivas de transparencia y rendición de cuentas, en el combate a la pobreza y el hambre en México no hay presupuesto que alcance. Por ello, no es de extrañar que 74 programas sociales del gobierno federal presenten graves problemas de opacidad en la información que proporcionan.

Entre los hallazgos reportados en los medios se informa que 45.4 por ciento de los programas sociales (74 de 163) son catalogados como la caja negra del gasto social federal, ya que no se reporta la población potencialmente beneficiada a la que atienden, ni el avance que logran en sus indicadores.

En esos programas se ejerció un presupuesto de 152 mil 985 millones de pesos; es decir, 38.4 por ciento del total asignado a los programas sociales. Con ese dinero habría sido suficiente para superar la condición de pobreza extrema en que se encuentran 2 millones 925 mil familias, al asignarles 3 mil 874 pesos mensuales a cada una -¡dos salarios mínimos mensuales!-.

De los ubicados en la caja negra se pueden encontrar el de Apoyo al ingreso agropecuario: Procampo para vivir mejor y Prevención y manejo de riesgos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación; el de Subsidios federales para organismos descentralizados estatales y el de Becas, ambos de la Secretaría de Educación Pública; el IMSSOportunidades, del IMSS; el de Apoyo al empleo, de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, así como el de Caravanas de la salud, entre otros.

Mientras que ese dinero destinado para cobijar a los pobres desaparece de manera misteriosa en manos de la magia burocrática, el sistema bancario tradicional está descobijando a la cada vez más venida a menos clase media. Al facilitar el endeudamiento de personas y familias, a través de un aumento en la colocación de créditos tan engañosos como caros, han ocasionado la ruina de los necesitados e incautos deudores que ahora están en serios problemas de pago de lo que deben y sus indigestos e impagables intereses.

El sistema financiero está sobrado de captación de dinero del público, por lo que tiene la urgencia de colocar préstamos, a particulares sin capacidad crediticia o a gobiernos estatales corruptos e irresponsables, sus mejores clientes.

A los bancos les conviene prestar su dinero sobrante a los usuarios de tarjetas de crédito porque a ellos les puede cargar una tasa de interés de 50 por ciento o más, mientras que en bonos del gobierno cobra una tasa menor a 5 por ciento anual.

La necesidad de los bancos de colocar el dinero que tienen disponible es la que impulsa todos estos programas de consumismo en los que participan bancos y establecimientos comerciales. Esta es la verdad pura y simple. El capitalismo no tiene ideología, ni los capitalistas, moral. Sin consumo no hay Capital.

El negocio de los bancos está en prestar a plazo. Ese es su espíritu; esa, su alma. No ofrecen a los consumidores planes de financiamiento sin intereses, pero les hacen creer, y ellos de dejan engañar. Es obvio que En el precio final de los bienes o servicios está implícito el costo financiero, el pago de intereses, pero lo venden como si fueran plazos de pago sin éstos. Esta simple verdad, esta realidad tan clara, es ignorada olímpicamente por los atribulados usuarios de la banca.

El gobierno reparte dinero a los pobres para estimular el consumo interno, al mercado, pues. La banca presta dinero caro para salvarse a sí misma y para estimular al mercado interno. Esta es la razón de reflexionar sobre estos temas de combate gubernamental a la pobreza y el crédito bancario a incautos deudores cada vez más necesitados. La verdadera intención, como puede notarse es apuntalar el sistema; es mentira que la banca nos quiera ver felices o que el gobierno pretenda sacarnos de pobres.

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