Benito Juárez García, en su papel de legislador y de presidente, promulgó junto con los hombres de la Reforma, las leyes que fueron imprescindibles para la transformación socioeconómica del país por lograr la separación de la Iglesia y el Estado y la laicización de la enseñanza, la supresión del latifundio religiosos, y el incremento de la conciencia ciudadana, que al democratizar las funciones del Estado y el ejercicio de los derechos cívicos, facilitó el acceso de cualquier persona a los cargos públicos.
De ahí que Juárez, como encarnación máxima del movimiento reformista, no fue un revolucionario sino un restaurador, puesto que ni siquiera en el orden religioso dejó de pensar y de actuar como un fervoroso creyente, señaló el diputado Olivio López Mújica, en el marco de la celebración por el 207 aniversario del natalicio del Benemérito de las Américas.
Desde la tribuna del Congreso del Estado, el legislador michoacano dijo que Juárez fue la inspiración de la Constitución que nos rige porque siempre procuró hacer cuanto estaba en sus manos para defender y sostener las instituciones en México. Para ello actuaba en consecuencia, es decir, al servicio leal a su patria y a los ideales de libertad, para afianzar la paz en el porvenir y consolidar las instituciones.
Su trabajo legislativo se vio reflejado en los años de 1846 a 1847 como legislador en el Congreso Federal al impulsar la primera ley que afectaba los bienes de la iglesia al decretar hipoteca de los bienes eclesiásticos para poder financiar la guerra contra Estados Unidos y defender del territorio nacional, invadido por los norteamericanos.
En 1855, se publicó la Ley sobre Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorio o Ley Juárez, que suprimió los tribunales especiales, a excepción de los eclesiásticos y militares a los que les quitó competencia en los negocios civiles, permitiendo que solo existiera en materia de delitos comunes de los sujetos a su respectivo fuero; además estableció la renunciabilidad del fuero eclesiástico en lo relativo a los derechos comunes.
Juárez como principal impulsor de las leyes de reforma nunca persiguió la sujeción de una a otra clase, ni la imposición de una instalación a otra, sino la igualdad de todo ante la ley. Prueba del ello es que la Iglesia, el Ejército y todas las demás entidades que en el siglo XIX privaban con fueros sobre la ciudadanía, y muchas veces al amparo de las leyes deliberadamente acondicionadas a la injusticia, viven y actúan en nuestros días.
Por lo tanto, ser legislador juarista significa ser liberal; ser juarista significa ser laico sin dejar de ser creyente; ser juarista implica promover una cultura de la legalidad; ser juarista implica ser tolerante y respetuoso de la soberanía nacional, afirmó López Mújica.
