Falta menos de un mes para la inauguración de los juegos olímpicos y la sede no está lista. Las instalaciones están a medio construir, el sistema de transporte es confuso y, para muchos, el zika todavía es una amenaza. Además, la crisis política y económica tiene paralizado a Brasil. “La ciudad entera está en obra negra. Hay ladrillos y tuberías por todas partes, y algunos trabajadores empujan las carretillas con pereza, como si los juegos estuvieran programados para el 2017”, escribe Vanessa Barbara, una columnista brasileña, desde Río.