Lo imposible solo tarda un poco más. Si la remera mexicana Kenia Lechuga no creyera en eso, quizá no habría pensado en la posibilidad de asistir a sus primeros Juegos Olímpicos.
Solo tiene 21 años, mide 1.62, aún usa botes prestados o rentados para competir como desde hace nueve años -cuando comenzó a entrenar invitada por la presidenta de la Asociación de Remo de Nuevo León- y, confiesa, nunca se detuvo a pensar que se podía llegar tan lejos.
Dos eventos cruciales pudieron detenerla. En los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, Kenia, la nacida en Santiago Nuevo León, rozó el bronce de la argentina Lucía Palermo. Sus botes llegaron al mismo tiempo: 09:01 minutos, aunque fue el caprichoso detalle de las centésimas (42 para la mexicana y 16 para la albiceleste) el que subió solo a una de ellas al podio. Dicen que nadie recuerda los cuartos lugares.
Ya antes, rumbo a los Juegos Centroamericanos de Veracruz 2014, la remera mexicana que había construido su emporio de logros mediante los Campeonatos y Olimpiadas nacionales, tuvo que conformarse con ir como suplente. Ni quedarse sentada, mirar desde lejos o el coraje, la detuvieron.
Desde hace un año es entrenada por Mykola y Olena Chupryna (de Ucrania). Hablan poco español, pero aún así han logrado darse a entender. “Se han vuelto como mis segundos padres, me regañan igual”, confiesa y ríe la neoleonesa. “Me brindaron mucha confianza desde el momento en que me conocieron. Aún me siento de baja estatura pero ellos me dijeron que llegaría lejos y así lo estamos haciendo”.
Por eso junto con sus padres (él conductor de tráiler y ella maestra de secundaria), sus dos hermanas y su novio que también rema y clasificó a los JO de Río, Kenia también celebró con sus entrenadores. La marca de 07:46:511 en la categoría WX1 en dos mil metros que logró al final del Preolímpico de Valparaíso Chile, a solo cuatro segundos del primer lugar, le hace creer aún más en su colección de La Mujer Maravilla.
“Los ligeros podemos subir más la boga (redadas por minuto) como quien dice somos más ágiles”, ésa es la principal arma que Kenia lleva bajo el remo a la competencia olímpica, una de las más antiguas de la justa veraniega (París 1900), aunque las mujeres comenzaran a participar hasta 1976, en Montreal, cuando las carreras aún eran de 1000 metros.
“Desde siempre me han dicho que tengo talento, pero yo pienso que el talento sale sobrando cuando se trabaja duro y constante”. Su forma de pensar la mantiene con la vela prendida y el espíritu lleno de más mensajes de los entrenadores de remo. “Nos hacen ver que nada es imposible”. A pesar de que competirá en una categoría de peso libre -ella es ligero- la estudiante de la Facultad de Organización Deportiva de Nuevo León, no separa el dedo del renglón.
“Hacer historia para el remo en México”. Una edad igual de corta que un par de remos resultan una intensa conspiración de sueños.