Reflexiones

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Reflexiones

Tras su segunda derrota electoral, Andrés Manuel López Obrador, el dos veces fracasado candidato a la presidencia de la república mexicana, inicia la fundación de un nuevo partido de izquierda, acción similar a la que llevo a cabo el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, padre del malogrado Partido de la Revolución Democrática. Esta es la manera más elegante de aceptar el triunfo del contrincante sin tener que decirlo sincera y abiertamente.

Por tanto, el presidente electo Enrique Peña Nieto tiene el reconocimiento implícito de la izquierda progresista y el camino libre para gobernar México a su gusto.

Vale la pena rescatar parte del mensaje de AMLO, pronunciado en el Zócalo de la Ciudad de México, este domingo 9 de septiembre.

Como todos sabemos, el Tribunal Electoral decidió validar la elección presidencial a pesar de las evidentes violaciones a la Constitución y a las Leyes.

Muy poco tengo que decir sobre lo torcido del proceso electoral porque casi todo es de dominio público. Si acaso subrayo, aunque tampoco es novedad, que se violó el artículo 41 de la Constitución que establece que las elecciones deben ser libres y auténticas.

El distintivo de esta contienda fue el uso del dinero a raudales para comprar millones de votos. En los hechos, el candidato del PRI rebasó por mucho, los topes de gastos de campaña que establece la ley y, aunque se demostró el uso de dinero de procedencia ilícita, prevaleció el cinismo y la impunidad.

Tampoco hubo equidad en la actuación de los medios de comunicación. Por el contrario, la mayoría de los periódicos, la radio y, sobre todo, la televisión, en especial Televisa y Milenio, se convirtieron en los principales patrocinadores de Peña Nieto.

Ante estas violaciones, las autoridades electorales siempre se hicieron de la vista gorda. Los Consejeros del IFE y los Magistrados del TRIFE demostraron que son personajes sin convicciones, acomodaticios, seleccionados a modo para formar parte del engranaje del régimen antidemocrático que predomina.

Se podrá replicar que esto ya lo sabíamos y que a pesar de ello, decidimos participar en la contienda. Sin embargo, puedo argumentar que siempre debe intentarse la transformación por la vía pacífica y electoral. Respeto otros puntos de vista, pero no considero a la violencia como alternativa.

Pienso que produce más sufrimiento y se terminan imponiendo con mayor facilidad quienes no tienen la razón, pero cuentan con la fuerza para reprimir.

La violencia en vez de destruir al régimen autoritario lo perpetúa.

Al mismo tiempo, mantengo la convicción de que, aún en condiciones adversas, enfrentando a los poderes más siniestros, se pueden lograr cambios profundos siempre y cuando exista una voluntad colectiva dispuesta a ejercer a plenitud sus derechos y a no permitir ningún régimen de opresión. Sostengo que cuando el pueblo decide ser dueño y constructor de su propio destino, no hay nada ni nadie que pueda impedirlo.

Pero este proceso virtuoso de toma de conciencia y participación ciudadana, no es fácil de lograr. Lleva tiempo, requiere de mucho trabajo educativo con la gente y de predicar con el ejemplo; exige temple, convicciones y perseverancia.

Quienes estamos en esta causa, debemos saber que llegar al gobierno para mantener el régimen dominante es relativamente fácil, pero el triunfo de la justicia sobre el poder implica fatigas y confrontación política. Los procesos de cambios estructurales suelen ser lentos y complicados, pero son indispensables y gloriosos.

Basta con recordar la historia: Hidalgo proclamó la abolición de la esclavitud y ese anhelo de justicia se hizo realidad un siglo después. Las reformas liberales se consumaron luego de 30 años de cruentas luchas internas y de invasiones extranjeras. En 1910, Francisco I. Madero convocó al pueblo a la Revolución para derrocar a la dictadura porfirista con el lema del Sufragio Efectivo y, aun cuando se avanzó en la atención de demandas sociales, todavía no hay democracia en México.

De modo que no es sencillo lograr una transformación pacífica y profunda como la que nosotros queremos y necesita el país. Hay que enfrentar intereses creados muy poderosos que se oponen de manera rotunda a perder sus privilegios.

Los defensores del régimen de corrupción imperante, como lo vimos en las recientes elecciones, utilizan todo su poderío: sus medios de comunicación, sus relaciones de complicidad y, sobre todo, cuantiosos recursos económicos.

A esa prepotencia hay que agregar, y eso es lo que más les ayuda, el atraso político y la pobreza extrema que se padece en el país.

Vamos a seguir trabajando en el fortalecimiento del Movimiento Regeneración Nacional, MORENA. Entre todos decidiremos, de manera democrática, si MORENA continúa como asociación civil o se constituye en partido político.

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