El Estadio Azteca, la Obra y sus Anécdotas

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Estadio Azteca

La gente no se aguantaba las ganas por conocer el Estadio Azteca incluso antes de su inauguración. Afuera se hacían auténticos días de campo para ver lo más cerca posible el inmueble que estaba en sus últimos detalles.
Era tal la ansiedad que días antes de abrir formalmente las puertas una “turba” irrumpió en lo que ya sentía su casa, donde no todo fueron anécdotas felices porque también hubo una decena de obreros que fallecieron en la obra.
“Era ya tal la promoción de boca a boca y por todos los medios de la inauguración inminente del estadio que eran unos llenazos exteriores”, recordó Luis Martínez del Campo, arquitecto residente de la obra. “Comprendíamos esa romería de gente que iban a ver lo que iba a ser suyo”.
Por ello habían cerrado todos los accesos y colocado vigilantes, a uno de los cuales desarmó la gente para ingresar corriendo al estadio, a la cual enfrentó y por lo que terminó inconsciente.
“Me le fui encima a la turba gritando ‘¡atrás, atrás, atrás!’. Era, llamémosle un sentimiento de paternidad porque podían hacer destrozos enormes”, recordó. “Fue un incidente emocionante porque implica las ganas de la gente, del pueblo, de integrarse, de ver, y eso es lo que sigue pasando, se sienten en su casa, el estadio es una extensión de su casa”.
‘EN EL AZTECA, ERES’
Hijo del arquitector Pedro Ramírez Vázquez, autor del proyecto, Pedro Ramírez Campuzano, recuerda a su padre yendo al futbol y disfrutando del estadio.
“La gente se identifica con el estadio y es lo que más satisfacción le dio a mi papá”, asegura. “Es un espacio en el que no estás, es un espacio en el que eres. En tu casa no estás, en tu casa eres. Es un espacio propio, por eso cuando juegas de local impone”.
ANÉCDOTAS TRISTES
Martínez del Campo lamenta que el estadio no se erigió sin obreros fallecidos, algo que suele suceder en obras de tal magnitud, aunque cree que todas fueron por imprudencias de los trabajadores, como uno al que llamaban “Superman”, que no falleció, pero que caminaba sin protección a 60 metros de altura para amarrar varillas.
“Han de haber sido 10 o 12 en cerca de 4 años de obra”, recordó.
Una de las muertes que recuerda sucedió cuando bajaban los enormes tubos que irían en el foso que circunda la cancha, donde se rompió uno de los lazos con que maniobraban.
“Se zafó el tubo y a uno de los que estaban esperando les cayó encima, un metro abajo, lo aplastó y aparte tenía agua el foso, entonces fue uno de los aspectos tristes”, lamentó.

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