El Azteca, ‘una Osadía Temeraria’

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Estadio Azteca

* El arquitecto residente de la obra recuerda las anécdotas que complicaron su construcción.
Todo en el Estadio Azteca es monumental y de ese calibre fueron las complejidades para su construcción hace medio siglo.
Los problemas financieros se solventaron 20 años después y testigo de todo ello fue Luis Martínez del Campo, residente de la obra que el próximo domingo cumple 50 años y fue iniciativa de Emilio Azcárraga Milmo, quien no contaba con el respaldo de su padre, Emilio Azcárraga Vidaurreta.
Eran pesos de 1966 y el cálculo original es que costaría 70 millones y se inauguraría en 1964. Al final fueron 150 millones y se abrió en 1966 porque, por ejemplo, el terreno obligó a que se dinamitaran 180 mil toneladas de lava volcánica.
“Tengo entendido que se eligió ese terreno por consideraciones económicas, era muy accesible pero con unas complejidades pavorosas que costaron mucho tiempo adicional a la construcción, muchísimo más presupuesto”, recordó.
Martínez del Campo cuenta detalles de la construcción como si hubiera estado ayer en Santa Úrsula. Recuerda los centímetros de cada capa de arena sobre la que está la cancha y el tipo de tubos para filtrar el agua.
Recién egresado de Arquitectura a principios de los 60, fue el hombre de confianza de Pedro Ramírez Vázquez, quien diseñó el estadio entre otras obras como el Museo de Antropología.
Eran tan grandes los planos que tuvieron que improvisar compases. Ya en la obra, no pudieron excavar más de 10 metros porque a ese nivel empezaba el subsuelo lodoso y por ello en la parte baja solo está el 25 por ciento de la gradería. De ahí la colosal estructura que mide 60 metros desde la cancha hasta el techo.
“El Estadio se vino a recuperar económicamente, a ponerse en números negros 20 años después para el Mundial del ’86”, añadió.
Además, el proyecto original era rectangular pero lo curvearon para que la visibilidad fuera perfecta.

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